Actitudes Complicadas

sábado, abril 28, 2007

Manchas... hay muchas


Gracias Albert... Sobran las palabras.

"Manchas hay muchas. Las hay de colores. Rojas. Azules. Con sabor, con olor. Las hay grandes, pequeñas. De barro, de comida, de boli BIC, que salen, que no salen, que se olvidan. Manchas hay muchas. Tantas como imagines. Pero tu mancha, la que me dejaste, fue especial desde el principio. No es que fuese diferente a las otras en sabor, olor, color, textura o forma, no. Aquella mancha fue diferente porque quemaba.

Recuerdo cuando te fuiste. Recuerdo aquel abrazo, como de despedida. Y recuerdo la mancha que el colorete de tus mejillas me dejó en la chaqueta. Miré aquella mancha de color asalmonado y ella me devolvió una mirada dulce. Froté la manga con mis manos, como para que se fuera, pero no quería irse. Cada vez que una palmadita intentaba despedirse de ella, la mancha me hacía arder el brazo con punzadas de dolor. Pensé en reacciones alérgicas. Pensé en que quizá me había quemado el día anterior. Pensé que aquello no podía estar pasando.

Mi brazo ardía incomprensiblemente. Cada vez más. Pensé en Mulder y en Scully. La mancha había desaparecido de la manga de la chaqueta casi por completo, sí, pero mi brazo quemaba cada vez más, como si algo me estuviese penetrando, como si un objeto candente me estuviese perforando. Me recordé de niño quemando orugas con los reflejos de las lupas del colegio.

Me quité la chaqueta y volví a ver tu mancha. Tu mancha color salmón estaba ahora en la manga de mi camisa. Tu mancha me había taladrado. Volví a sacudirla con mis manos para que se fuera de una vez por todas, pero aquel calor infernal volvió a visitarme. Esta vez, el calor era mucho más intenso que antes, mucho más fuerte, más salvaje. Por suerte, la mancha parecía salir con los golpecitos que le daba; la mancha parecía querer irse de allí, desaparecía poco a poco, pero a cambio, el dolor del brazo no hacía más que aumentar.

Me quité la camisa, a pesar de estar en plena calle, y entre miradas de extrañeza y risas de la gente que pasaba, descubrí el origen de mis males. Era tu mancha color salmón, la que estaba ahora en mi piel, la que hacía arder mi brazo de forma inexplicable. Toqué tu mancha con una mueca de dolor y la mancha parecía desaparecer, con su ardiente beso de despedida. Tu mancha, como tú, me perforó desde el principio. Tu mancha, como tú, me taladró hasta el alma. Tu calor me empapó y me caló los huesos. Ese calor que acababa de calcinarme el brazo correteaba ahora sin piedad por mis venas, buscando algún órgano vital desprevenido.

Me hubiese encantado contarte que todo esto se quedó aquí. En esto. En un insignificante hecho aislado. Me hubiese gustado decirte que tan sólo fue un sueño. De verdad. Hubiera dado cualquier cosa por decirte esto. Pero te mentiría si lo hiciera. Te mentiría si te dijera que no pasó nada más.

Después de que tu mancha color salmón desapareciera de mi brazo para irse nadando por mis venas, miles de sensaciones me bombardearon de inmediato. Noté el sabor de tus besos en mi boca, noté a la piel de gallina acercándose con un escalofrío. Te vi desnuda en mis retinas y supe que por fin, el amor, había venido para quedarse. Noté la sonrisa de mis labios reflejarse en los tuyos. Noté la respiración acelerada y el nudo en mis entrañas. Noté el calor de tu mancha asalmonada quedarse en el galope de mi corazón. Tu mancha fue como un virus, como una droga que arrasó mis defensas hasta quedar débil y desvalido. Tu mancha me noqueó.

Y es que ya sabes lo que dicen, manchas hay muchas. Tantas como imagines, pero, como la tuya, ninguna."