En la Guarida de la 'Ndrangheta
Andrea Rizzi - EL PAÍS
San Luca es una lengua de casas de aspecto ruinoso agarradas a un monte áspero que parece querer liberarse de ellas. En medio se desenrosca una calle tortuosa que une las partes enfrentadas de un pueblo que abriga apenas 4.700 almas y los dos clanes mafiosos más violentos que Italia conozca en la actualidad. Arriba se yergue el feudo de los Nirta-Strangio; abajo, el de los Pelle-Vottari. Recorrer esa calle es una inmersión en las vísceras más profundas de la 'Ndrangheta, la poderosa y ascendente mafia de Calabria, la reina del tráfico de cocaína en Europa. San Luca es, desde siempre, la capital de la 'Ndrangheta. Ahora más que nunca. Es, en Calabria, lo que Corleone fue en Sicilia.
Por San Luca no se pasa. Hay que ir. Sólo es accesible por una carretera que procede de la costa y que se corta en la plaza de la iglesia. Más allá, nada. Montañas verdes, duras y salvajes, en cuyas gargantas se celebró durante décadas la reunión anual de la cúpula de la 'Ndrangheta. "Está judicialmente comprobado que la cumbre se ha celebrado al menos hasta hace tres años en esas montañas, en los alrededores del santuario de la Madonna de Polsi, a la que los afiliados son muy devotos", dice Nicola Gratteri, fiscal antimafia calabrese que desde hace años investiga sobre San Luca. La historia de la 'Ndrangheta -la onorata società de los andragathos, hombres valientes, en griego antiguo- corona San Luca como capital. Lo confirman la fuerza y la violencia que exhiben hoy sus clanes.
Acercarse al epicentro de una organización cuya cifra de negocios alcanza los 36.000 millones de euros anuales -según el centro de estudios Eurispes- y que trae a Europa cada año desde Colombia unas 400 toneladas de cocaína constituye un paseo visualmente explícito. Muchos investigadores consideran la 'Ndrangheta más poderosa que la Cosa Nostra, la mafia siciliana, y que la Camorra, la mafia napolitana.
Y su feudo impacta. Ya antes de llegar a San Luca, la carretera se empina y los carteles que indican el camino se yerguen agujereados a balazos. Pronto aparecen los primeros jóvenes que patrullan el pueblo en motorino. Carabinieri con metralleta bien a la vista. Mujeres de negro en cada esquina que se retraen al ver rostros desconocidos. Carretera que por fin se hace calle. Y aire definitivamente irrespirable.